miércoles, 22 de diciembre de 2010

Belén Extraño

«¡Noche de paz,
noche de amor!
Ha nacido el niño Dios
en un humilde portal de Belén;
sueña un futuro de amor y de fe,
viene a traernos la paz,
viene a traernos la paz…»

Jota gruñó por lo bajo y se masajeó las sienes, le estaba entrando un dolor de cabeza horrible, y como su hermana no se bajase de la mesa y dejase de hacer un strip-tease le iba a dar también un síncope.

«Desde el portal llega tu luz
y nos reúne en torno a ti
ante una mesa de limpio mantel
o en el pesebre María y José.
En esta noche de paz,
en esta noche de paz…»

Su tío tropezó con la alfombra, se echó encima de su padre y juntos siguieron cantando la cancioncilla que llevaban entonando toda la noche.
Desesperado, y a punto de sufrir un infarto prematuro, se abrió paso entre los demás miembros de su familia —a cada cuál más ebrio— y consiguió llegar a la calle.
El aire frío le azotó el rostro y le ayudó a aclarar la mente. Los gritos de su familia seguían oyéndose incluso en la acera, pero allí por lo menos no tenía que soportar el vergonzoso espectáculo que ofrecían.
Sacó un cigarrillo y buscó un encendedor en los bolsillos de sus vaqueros.
—Mierda —masculló; se le había olvidado en casa.
Se apoyó en la valla que rodeaba el jardín de su casa con un gruñido y miró a su alrededor, buscando alguna distracción. La calle estaba desierta, sin contar al borracho que vomitaba en la puerta de su vecino y el grupo de chicas que hablaba en susurros cerca del parque. Jota aguzó el oído para escucharlas.
—…no podemos perder el tiempo —se impacientó la más alta de todas, de mirada decidida y pómulos marcados—; he quedado con Marcos en cinco minutos, como no lleguemos a tiempo seguro que pierde todo el interés.
—Sandra tiene razón, María —intervino la más pequeña—, todas hemos quedado y no vamos a retrasarnos por… eso.
—“Eso” es un perro y no podemos dejarlo aquí tirado —respondió la tal María, con voz enfurruñada y largo pelo castaño—, lleva un collar que dice dónde vive; en la calle San Pablo. Es aquí cerca, podríamos llevarlo.
—Ni hablar —se negó Sandra—. Si tantas ganas tienes de dejarlo en su casa, ve tú sola.
Se dio la vuelta y caminó con paso decidido hasta el parque, que atravesó sin mirar atrás, la bajita le dirigió una sonrisa de disculpa a su amiga y la siguió. María se quedó sola, con un caniche blanco y muy repeinado en brazos.
Jota la miró de arriba abajo; llevaba unos vaqueros ajustados y un abrigo negro. Sus ojos eran grandes y expresivos, y sus labios suaves y carnosos. Era guapa.
Sonrió y se acercó a ella: por probar no se perdía nada.
—Hey —la llamó. María se volvió hacia él, sorprendida—, ¿tienes fuego?
—No —respondió secamente, endureciendo el gesto.
Se dio la vuelta y echó a andar. Jota la siguió.
—¿Tus amigas te han dejado plantada, verdad?
—Lárgate —le espetó sin mirarlo, pero acelerando el paso.
—¿Esas son formas de tratar a los que intentan ayudarte?
María se paró en seco y lo fulminó con la mirada.
—¿Se puede saber que demonios quieres?
—Puedo acompañarte a llevar al chucho —le propuso.
—¿Qué?
—Que te puedo acompañar a…
—Ya te he oído —lo interrumpió—. No.
Retomó el paseo, cada vez más rápido, pero Jota la cogió del brazo y la retuvo.
—¡Pero bueno! Yo intentando ayudarte y tú siendo una desagradecida. Así no vas a llegar a ninguna parte, ¿sabes?
—Déjame en paz —se soltó de un tirón y le dio la espalda.
—Sé dónde vive el chucho —le gritó.
Ella se volvió y alzó las cejas.
—¿De verdad? ¿Y por qué querrías ayudarme a llevarlo? No pareces una persona muy caritativa.
—Cualquier cosa antes que estar ahí dentro —señaló su casa, de la que todavía salían los cantos de su tío.
Eso pareció convencerla, porque esbozó algo parecido a una sonrisa y Jota se lo tomó como una afirmación.
Caminaron un rato en silencio, el uno junto al otro, hasta que el muchacho se atrevió a romperlo con una pregunta ciertamente estúpida:
—¿Cómo se llama el perro?
—No lo sé, en el collar solo pone “Jota”.
—¿Cómo? —exclamó el “auténtico” Jota.
—¿Pasa algo? —se extrañó ella.
—El maldito chucho se llama igual que yo —se metió las manos en los bolsillos, de mal humor.
Ella se echó a reír.
—¿Te llamas Jota? —soltó entre risas, mientras el perro ladraba nervioso.
Él bufó.
—En realidad, es José, pero Jota suena mejor.
—Si tú lo dices… —repuso con sorna—. Yo soy María.
—Lo sé. —Se obligó a responder a la mirada inquisitiva de la chica—: Se lo oí decir a tus amigas.
Ella asintió y el silencio volvió a instalarse entre ellos. Jota se frotó las manos, intentando hacerlas entrar en calor, y se maldijo por haberse dejado el abrigo además del encendedor.
—Es aquí —se detuvo repentinamente y señaló una casa con muchas luces navideñas.
La mujer que abrió era rechoncha y bajita, de boca flácida y ojos saltones, embutida en un ajustado vestido rosa chillón.
—¡Queridos! —exclamó nada más verlos, sin dejarlos abrir la boca—. ¡Pero si es mi Jesusito del alma! —cogió al perro en brazos y lo achuchó entre sus regordetes brazos, ignorando los pataleos del pobre animal—. ¡Ay, mi niño, mi Jesús, el susto que le ha dado a su mamá!
Tras un instante de shock, María balbuceó:
—¿Él perro se llama Jesús?
—¿A qué es “monoso”? —lo alzó para que lo vieran bien, estirando su sonrisa hasta lograr enseñar todos los dientes—. Un nombre muy original para alguien tan fashion como mi bebé.
La mandíbula de Jota se descolgó, y contempló estupefacto los arrumacos de la señora al tal Jesús.
—Bueno, bueno, ¿queréis pasar? —les invitó haciendo una floritura con la mano.
—¡No! —gritó él, retrocediendo un paso. Como entraran, aquello iba a ser más terrorífico que “La niña del exorcista” y el strip-tease de su hermana.
María le lanzó una mirada de reproche.
—No, gracias —se excusó con educación, intentando aplacar la extrañeza de la señora—, tenemos prisa.
—¡Oh, lástima! Otro día será.
Ni borracho.
Bajaron las escaleras del porche y María suspiró.
—Me da pena el pobre Jesús —sonrió un poco—, casi mejor estar en la calle que en brazos de esa loca.
Jota se fijó en el movimiento de sus labios al sonreír, en sus ojos castaños y en sus mejillas rojas por el frío.
Sonrió, a lo mejor no iba a ser tan mala Navidad como había pensado.
—¿Te apetece tomar algo en esa cafetería?

¡Feliz Navidad a todos! (:

10 comentarios:

  1. dios me encantaa!(: de verdad, me ha llegado al corazon!! la escritora deberia publicar historias mas a menudo porqe son geniales!!
    ¡vas a llegar MUY LEJOS! por cierto,
    ¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODO EL MUNDO!!!
    (incluido donteflon)

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  2. tequieroooo albaaaaaaa xDDD soy tu fan nº 1!!

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  3. ¡Gracias Pepito (XD)! ¡Eres la mejor!

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  4. ¡¡¡Qué chula la historia, me encanta!!! :) :D ;)

    ALICIA

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  5. Me encanta la historia, por favor, escribe otro capítulo pronto, porque estoy deseando saber que pasa entre esos dos.

    MJ

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  6. ¡Gracias a todas (y todos XD)! Me animan muchísimo los comentarios :). Y MJ no creo que haga una segunda parte, pero quién sabe, ¡sigue atenta al blog ;)!
    Un beso a tod@s

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  7. Ahoda me quedo con máz ganaz de hiztoria.....

    está chuliízimaaa
    Me gusta la borrachera, y todo, todo.
    sigue así,
    enhorabuena

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